星期日, 10月 02, 2005

Sobre el cumplimiento de las Metas del Milenio.

El día 12 de Septiembre, el gobierno de Chile hizo entrega pública del avance de sus compromisos contraídos junto a 190 otros países cuando suscribió las Metas del Milenio, de las Naciones Unidas. Así nos preparábamos para la Sesión General del 16, que a celebrarse en New York, daría cuenta del aniversario Nº 60 de la creación del organismo. Por dos motivos pues escribo estas líneas: para dar cuenta que con todo lo bien que estamos, aún cometemos omisiones y que al mismo tiempo ellas son muy menores, respecto a las voluntades que manifiestan otros países.

Efectivamente, se había convenido que el tema central -sino único-, de la reunión que por el sexagenario adquiría una importancia muy particular, iban a ser los avances de las Metas del Milenio. Así lo planteaba un documento de 38 páginas que se presentó algunos día antes para la aprobación de los participantes. Dos días después de recibido, la comisión de los USA, presentó un contra texto, con más de 700 enmiendas, haciéndo perfectamente evidente, que su interés internacional no está en suscribir políticas que tiendan a la equidad y la harmonía, sino en lograr la mayor cantidad posible de adhesiones a sus políticas hegemónicas, que igual llevará a cabo sin ninguna. Baste recordar, que solo unas semanas atrás, ese gobierno no solo no ratificó el tratado de Kyoto, sino que retiró su suscripción al mismo, para no ir tan atrás como dos años, cuando desató la guerra y la invasión del Irak, que aún ocupa, haciendo caso omiso a las sugerencias del Consejo de Seguridad del Organismo. Los USA, querían poner en el centro de la agenda, los temas que les gustan: el terrorismo, los compromisos políticos que amarran a los chicos a hacer lo que los grandes decidan, sin discutir, cuando se les diga. Al fin, es sabido que el 45% del presupuesto de la ONU, proviene de los USA. No se podría entender por qué iban a financiar una entidad de la que no obtuvieren -al menos- un equivalente de lo que financian. No hay un interés por las relaciones del ser humano consigo, el resto de los hombres y la naturaleza. Es así. Las MEtas del Milenio, entonces, pese a que -paradojalmente- pareciera no haber problemas mayores para cumplirlas, pasaron al fondo de la agenda.

Nuestro gobierno, más avanzado que muchos, democrático, socialista y realmente interesado en mejorar la situación de la humanidad, entregó sus resultados y demostró que no vamos tan mal, que se puede corregir en no poco el desequilibrio y que era factible proponerse acabar con el hambre, el analfabetismo y la miseria, sin atentar contra las formas de apropiación y sus ritmos de concentración. Aunque a lo mejor, después del año 60, sean distintos los compromisos de las naciones y ya ninguna se plantee dar cumplimiento a las Metas del Milenio.

Como quiera que fuese, nuestro informe fue pese a todo incomprensiblemente incompleto. En efecto, el Objetivo Nº 8, en su Meta Nº7, dió origen a la Agenda Digital y al Grupo de la Agenda Digital. Nuestro país aparece ranqueado en el lugar 13 en el mundo en temas de Gobierno Digital, sin embargo, no se mencionó ese punto el en informe. Para aumentar nuestro error sistémico, Mideplan, a cargo del tema, no sólo combate la pobreza, sino que cuenta para ello, con el apoyo de uno de los sistemas más desarrollados del país en TICs, que correponden a las de la Meta octava.
Recordemos que la segunda causa de la pobreza era la falta de integralidad entre los servicios y reconozcamos que aunque sea una cuestión ontológica, no hemos sido capaces de resolver el tema de coordinar la información entre los servicios, aunque se encuentren en la oficina del lado. He allí un punto: disponemos de la máxima tecnología de información, podemos establecer relaciones inmediatas y sincrónicas con los lugares más alejados del planeta, pero no sabemos lo que está pasando en la oficina del lado. Claro que al menos, tenemos la voluntad.