星期三, 9月 28, 2005

SINAPSIS Initiorum Werke

OM MA NI PAD ME HUM

Por la construcción de un Sistema Nacional de Protección Social.


De hecho, no habría que argumentar mucho, en lo que concierne a su existencia actual, por cuanto de las declaraciones de las autoridades y de las líneas programáticas que llaman a su construcción, es claro que no existe. Lo que si hay, es el Sistema de Protección Social Chile Solidario, que no tiene las características de ser global y referido entonces a la totalidad de la población chilena, sino que es dirigido a las 225 mil familias más pobres.

El Chile Solidario, tendría así la doble condición de ser un subsistema de este otro –aún no existente y cuyo diseño abordamos- y de haber desarrollado los pasos necesarios iniciales para desarrollar uno global e inclusivo de toda la población chilena. ChiSol, puede en consecuencia –y en esta perspectiva-, ser considerado como la 1ª fase, o el “piloto” de un Sistema Nacional de Protección Social.

Esta situación, sin embargo, requiere algunas precisiones por cuanto los índices demuestran adicionalmente que hay una persistencia de la pobreza extrema en alrededor de un 4,8% de la población y habría cerca de un 18% (del cual la cifra anterior es parte) que, manteniéndose porcentualmente igual, con solo muy pequeñas tendencias a la baja en las últimas mediciones, presentaría la característica de una movilidad restringida a los límites de esa condición extrema, pudiendo además tener un comportamiento cíclico de entrada y salida de la misma, sin lograr ir más allá.

Desde el punto de vista del desarrollo de las Políticas Sociales, cabría también señalar que los gobiernos de la concertación heredaron al respecto, un modelo de protección asistencial elaborado durante la dictadura, que tenía precisamente por objeto permitir la plena instalación de un modelo de acumulación capitalista francamente orientado a la generación de desigualdades y por lo tanto concebido en función de la estratificación social.

Este modelo de protección social, que se articula sobre la base de un asistencialismo que impide romper el círculo reproductor de las necesidades, tiene algunas características intrínsecas que es conveniente destacar: a la imagen del neoliberalismo -que solo concibe al sujeto aislado como único motor de la acción y eje de la vida social-, está centrado en el individuo, se articula sobre la base de mínimos, estructurados según criterios monetarios, cuantificables y estadísticos, lo que implica una cosificación del mismo individuo, que desde esa perspectiva nunca logra ser más que un objeto, sus referentes conceptuales, fueron –consecuentemente- elaborados de acuerdo a concepciones técnicas (y de lo técnico) por funcionarios administrativos centrales, lo que impedía la necesaria retroalimentación de las prácticas generadas, ignorando así la participación de la gente en los ajustes y rediseños, desconociendo las variables culturales que definen la existencia real de las personas y sus relaciones en las localidades y objetivando de la suerte una percepción inamovible y fatalista de un destino que baja de lo alto y frente al cual nada puede hacerse.

Las políticas asistenciales, sin embargo y pese a no ser suficientes, constituyen la base histórica y epistemológica sobre la cual se construye el futuro que enfrentamos. Es así que los especialistas consideran que las políticas sociales se desarrollan en general a partir de las condiciones y características descritas, para ir paulatinamente avanzando hacia concepciones más holísticas e integradoras, dónde la participación de los diversos actores sea cada vez mas contemplada y los alcances de los programas incorporen círculos cada vez mas amplios de sujetos plenos. De esta manera, por ejemplo, el programa Chile Solidario brinda asistencia a las familias (más que a los individuos) y más allá de poblaciones, barrios y comunidades, sus etapas sucesivas consideran la categoría de territorios.

Este enorme esfuerzo de rediseño y plena constitución de instancias participativas, al cual nos convoca ahora el futuro, no sería posible si no contáramos con las herramientas de conectividad y trabajo colectivo y a distancia que nos permiten las nuevas tecnologías de información y comunicaciones. Por otra parte, el nuevo escenario histórico en que nos encontramos, supone la coexistencia –en un plano inédito hasta ahora-, de las dimensiones dicotómicas que constituían nuestro pensar, requiriendo de la suerte un esfuerzo adicional por comprender la significación y alcances de lo real. Es así que el eje de la tensión dinámica producida entre los polos de lo global y lo local, adquiere las características de una nueva síntesis que ha sido llamada precisamente “glocal”.

De la misma manera, se impone la concepción de un nuevo lenguaje para generar las dinámicas que construirán las nuevas realidades. La superación conceptual y en el imaginario de la época de las dinámicas transductuales (es decir que se definen en función de sus opuestos), debiera llevarnos a romper con los conceptos utilizados para definir relaciones fijas y estáticas que mencionamos, para proponer otros horizontes. El caso de la “pobreza”, es al respecto paradigmático. Impensable si no fuera referida a un polo que en su opuesto encuentra a la “riqueza”, el concepto termina por autentificar inmediatamente en el imaginario social, la inevitable condición de los que nada tienen. Dicho de otra manera, así como la sociedad encuentra su motor principal en la ciega e incuestionable búsqueda de riqueza, su correlato opuesto adquiere también la indiscutible condición de lo necesario.

Por cierto, las cosas no aparecen de manera a manifestar su contenido y así, aunque riqueza y pobreza se instalan como inevitables y dos caras de la misma moneda, el que –como decíamos- hayamos entrado en una época de superación de los opuestos, encubre precisamente esa relación y manteniendo su naturaleza de inevitabilidad, la condición de carencia no se relaciona con el opuesto que lo genera.

No estamos apuntando a un ejercicio ideológico que toma a la realidad por su descripción, ni pretendemos que por el solo hecho de cambiar de nombre a una cosa, esta desapareciera. Por el contrario, pensamos que las categorías que constituían esa realidad que llamábamos pobreza, se han modificado, que es necesario y urgente acelerar la búsqueda de nuevos marcos teóricos y conceptuales activos que potencien esas transformaciones y que para ello es también imprescindible dotar a las personas de los mecanismos instrumentales que les permitan concebir una acción positiva más allá del estigma y la exclusión. Nos apoyamos en las características transformadoras de la motivación humana.

Nuevos códigos y nuevos lenguajes para motivar la integración a una nueva realidad, los dos grandes ejes directores de estos cambios que enfrenta la sociedad, son la internacionalización y el paradojal surgimiento de lo local. En ello, por cierto juega un papel de primera importancia, tanto por su rol de gestor como de mediador, la presencia de las TIC. En lo inmediato y próximo, habríamos de concebir una estructura concéntrica de distintos niveles de complejidad –ninguno de los cuales sería menor, en razón de las características de los cambios que enfrentamos-, que encontrara en su centro inmediato la generación de políticas estratégicas en la unidad de SiiS (que no por azar, es la unidad que concentra el conocimiento de las tecnologías informacionales y sus dinámicas). Desde allí tenemos que generar el trabajo de difusión y extensión que posicione y autentifique nuestra propuesta social.

Por de pronto, hay pues un llamado a la construcción del Sistema Nacional de Protección Social. En lo que me ha tocado percibir, la institución se encuentra fragmentada entre quienes perciben con propiedad los cambios generativos que el sistema requiere para ser tal y quienes consideran que el devenir es cosa “natural”, que vendrá por si solo y se contentan en consecuencia, con repetir sus prácticas funcionarias alrededor de los siempre discutibles y poco claros principios del apego a la norma y el reglamento, que termina por ahogar toda innovación incluso antes de que ella se formule.

Para que se produzca la requerida innovación y se aborde decididamente el importante cambio que requieren concepción y diseño, ejecución y práctica de las Políticas Sociales, se debe contar por lo menos con los siguientes factores en concierto: la idea fuerza que permita la adhesión, la racionalidad política que aporte la expresión de su voluntad y el financiamiento que permita dotarse de las herramientas necesarias para llevar a cabo la labor propuesta.

Paradojalmente –como no podría dejar de serlo en nuestra era, ni para nuestra disciplina-, todos esos factores están presentes y solamente pareciera faltar el impulso de desvelo al cual estas letras se suman: el término del mandato presidencial, implica un doble proceso de toma de conciencia y clarificación de lo que se ha hecho, que requiere establecer con claridad los logros institucionales, por una parte, así como la mirada crítica de lo que se hizo y el establecimiento pertinente de lo que debe hacerse a futuro. Por otra parte, la institucionalidad democrática ha establecido en nuestro ámbito y como hemos dicho, que debemos construir el Sistema Nacional de Protección Social. Es pues el momento adecuado para hacer una propuesta programática que recoja lo ya realizado como aporte necesario y que proyecte sobre bases sólidas una nueva forma, que de aquí surgida, habrá no obstante de negar la anterior, como niega el día la noche de la cual emerge.

De acuerdo al “poder emblemático del nombre”, que es la necesidad humana de nombrar para entender, el Sistema Nacional de Protección Social, debe adquirir de una “identidad verbal” adecuada, sin la cual no adquirirá la existencia autónoma que está llamado a tener para consolidar a su alrededor, los distintos programas y proyectos que realicen las acciones que la sociedad en su conjunto requiere. De otra manera, limitándose el ejercicio de sus acciones identitarias, a la muy poco conducente y confusa discusión acerca de si existe o no, tratando unos y otros según particulares intereses a vincularlo más o menos con el Chile Solidario, se perderá la fuerza eventual que prefigura el momento.

Nuestro presidente ha señalado tres causas que explican la persistencia de la pobreza: 1.Que el crecimiento económico por si solo no basta para resolverla, dadas las condiciones de acumulación que prevalecen en la actualidad. 2. Que existe descoordinación entre los diversos programas e instituciones que tienen por objeto combatirla, y 3. Que la pobreza tiene características reproductivas intergeneracionales y localizadas. Estas causas, a nuestro juicio, no solo explican las razones de lo que es, sino que constituyen en si mismas una definición de los aspectos programáticos que debe cubrir la propuesta que se proponga superarla. El Sistema Nacional de Protección Social habrá de hacer claridad sobre los contenidos, los procedimientos y la forma operativa en que estas tres dimensiones se articulen en una acción conjunta y coordinada.

Sobre el punto uno, relativo a las líneas económicas directrices de la economía de mercado, es poco lo que nos compete proponer, sin embargo parece significativo el desarrollo de una adecuada política comunicacional y de contactos con el mundo empresarial, en ámbitos de contenido y que apunte consistentemente a los valores y ventajas de una sociedad harmónica e integrada, que incorpore niveles crecientes de desarrollo humano y calidad de vida (más que a la pura demanda de contribuciones), será sin duda provechosa.

Completamente otra es la situación, cuando consideramos los otros dos temas causales descritos. En efecto, la mejora en la coordinación intersectorial e interinstitucional es una necesidad insoslayable y en muchos casos no solo reconocida, sino que además se han dado pasos importantes para resolverla. El mandato se ha objetivado en convenios interinstitucionales y metas concretas que cuentan con indicadores de avance inscritos en cronogramas realistas y responsables a cargo de su gestión. Por otra parte, la existencia y creación de plataformas tecnológicas como la del SiiS, hacen posible la interconexión entre instituciones y bases de datos hasta aquí dispersos. Nuestro Sistema Nacional de Protección Social, tiene entonces la característica de ser integrado.

En lo que concierne a las condiciones de reproducción intergeneracional y de acuerdo a criterios definidos por las condiciones de los contextos locales, digamos que este se nos presenta como un llamado a la concepción de un modelo de intervención social participativo, que permita en conjunto con las personas en terreno, la realización de estudios e investigaciones que nos lleven a comprender efectivamente las dinámicas sociales en juego en los micro espacios culturales, para así escuchar adecuadamente las condiciones de una demanda social que habremos de plasmar en integración social. Desde luego que el que hayamos definido el horizonte territorial de nuestro accionar, supone asimismo esa integración con las localidades. Finalmente, asumimos que este Sistema Nacional de Protección Social proviene de la experiencia del Chile Solidario sin la cual no sería posible. De esta manera, construimos SINAPSIS, que quiere decir: Sistema Nacional de Protección Social Integrado y Solidario.

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